martes, 23 de marzo de 2010

LEONORA CARRINGTON, figura fundamental del surrealismo.






Aquella a la que Remedios Varo (entrada anterior en este blog) llamó “su hermana gemela en el arte”, nació en Lancashire (Inglaterra) en 1917. No se puede dudar de que esta región de brujas, de novelas neogóticas y una educación inglesa al más puro estilo tradicional van a influir en ella y en su obra. Algo que por otra parte también le uniría a Remedios Varo con la que mantendría una estrecha amistad y con quien va a tener muchas afinidades. La principal, ese interés por los mundos mágicos y oníricos.







Leonora tenía un sueño que era la pintura y ese sueño le lleva a Londres a estudiar arte. Allí conocería al surrealista Max Ernst de cuya obra y personalidad se enamoró y con el que marchó a Paris. Ernst tenía 46 años y Leonora 19. Pero Ernst fue encarcelado al estallido de la Guerra Mundial y Leonora, fuertemente afectada por la pérdida, tuvo que huir a España en dónde permaneció un tiempo ingresada en un sanatorio.
Tras un paso breve por Nueva York llega a México y al igual que su amiga Varo, va a ser considerada mexicana de por vida. En 1941 se casó, en un matrimonio de conveniencia que terminó prontamente en divorcio, con el poeta mexicano Renato Leduc.



QUERÍA SER PÁJARO



Carrington considerada una figura fundamental del surrealismo, es conocida no sólo por sus pinturas. Su fama le viene también como escritora y entre sus obras se encuentran obras teatrales y entre otros, su libro “Memorias de Abajo” escrito a raíz de la pérdida de Max Ernst. Lo escribió durante su internamiento en el sanatorio y gira alrededor de su vida sentimental y la crisis nerviosa que le había llevado a esa situación.
La obra escultórica es también de gran valor. En 2008, el mexicano Paseo de la Reforma acogía una muestra de Carrington y entre sus obras encontrábamos sus esculturas surrealistas.




ESCULTURA EN EL PASEO DE LA REFORMA



En México Leonora resurge, crea y también establece un círculo de amigos entre los que se encuentran muchos inmigrantes huidos de la guerra, artistas cercanos al surrealismo y la que sería su gran amiga, Remedios Varo. Mantuvo una buena relación con Frida Kahlo y Diego Rivera. Conoció también a escritores como Octavio Paz con el que forjó una sólida amistad y al poeta Benjamín Pèret, esposo de su amiga Remedios, a pintores como Gerardo Lizarraga. y al cineasta Luis Buñuel. Todo un abanico de intelectuales que, o bien eran mexicanos, o se encontraban en aquel país a consecuencia de la situación convulsa de Europa.




LABERINTO


Su obra es un tanto insólita y para disfrutar de ella no tenemos que buscar una lógica. Más bien dejarnos fluir, como sucede tantas veces con el arte. En ocasiones sus cuadros semejan juegos que nos invitan a reflexionar. Sus imágenes están cargadas de simbología y nos narran historias en el lienzo.




En su obra más madura encontramos la “modernidad” con toda la carga fantástica que acarrea de su propia educación. Una madre celta y un ambiente lleno de leyendas y todo lo necesario para alimentar su ya de por sí rica imaginación. Crea ambientes en los que hay lugar para brujas, hadas y duendes que ayudados por los principios del surrealismo se conjugan para dar vía libre a su creatividad y a una estética que es clave en toda su vida artística. En su obra, además del componente mágico, aparecen frecuentemente, al igual que en la de Varo, los temas de animales. Y en muchos de sus cuadros el caballo representa sueños de los niños.




AUTORRETRATO



No obstante la artista no parece demasiado “amable” si se intenta psicoanalizar su obra. Carrignton sufrió las limitaciones que se le imponían por ser mujer. Sobre todo a la llegada a un México que se le hacía injusto en el trato machista a las mujeres. Toda la rebeldía que le provocaba estas situaciones y la que en muchas ocasiones le había provocado el mundo de los adultos con sus reglas y deberes, está plasmada en su obra, tanto la plástica, como la literaria.
En Leonora Carrington tenemos, además de una gran artista, una mujer profundamente feminista, con todo lo que ello ha podido suponer en la época en que ha desarrollado su trabajo.
Ella misma ha renegado en más de una ocasión de Bretón y los surrealistas haciendo mención al machismo que reinaba en el movimiento. Posiblemente, al igual que otras mujeres-artistas, se encontró con el sentimiento ambivalente de la atracción hacia el surrealismo y a la vez la constatación de que era un movimiento regido por hombres en el que la mujer tenía un lugar secundario, aunque lugar al fin y al cabo. No podemos olvidar que el surrealismo fue el movimiento del que se valdrían muchas mujeres artistas para desarrollar su creatividad o para catapultarse una vez haberse independizado de él.

LAS SOLTERONAS

Carrington también pintó el mundo mexicano. El mural “El mundo mágico de los mayas” pintado en 1963 para el Museo Nacional de Antropología es el resultado de un estudio que llevó a cabo sumergiéndose en el México profundo y milenario que está vivo en Chiapas.
También México esta presente en su obra literaria en “Cuento Mexicano” que tiene por personajes centrales a dos campesinos, Juan y María, que ella sitúa de modo surrealista en un lugar típico mexicano.


BEBE GIGANTE

Se casó con Chiki Weisz del que tuvo dos hijos y con el que convivió 61 años. Leonora sintió una gran conmoción ante la maternidad. Fue algo para ella inesperado que la conmovió profundamente y que también aparece plasmado en su obra. En 1953, pintaría un cuadro en el que sus dos hijos son las únicas figura realistas en un mundo surrealista y que titula “Y entonces vimos a la hija del Minotauro”.


MINOTAURO

Carrington ha recorrido todos los caminos artísticos, algo que su época casi lo habían hecho exclusivamente los hombres. Ha pintado, esculpido y creado obra literaria y gráfica. También hay una incursión en la obra más relacionada con la mujer, como es la tapicería y algo no demasiado conocido. La confección de muñecas.
A nivel personal esta mujer es un icono del feminismo. Independiente, y libre. Para ella el matrimonio es una institución sin sentido que solo sirve para oprimir a la mujer. Libre en su vida y en su obra a la que no ha querido nunca poner etiquetas, aunque sea considerada una figura fundamental del movimiento surrealista.

El gobierno de México le concedió en 2005 el Premio Nacional de Bellas Artes.

El 19 de Marzo de 2011, el suplemento Babelia de “El País”, dedicaba un amplio artículo a la maravillosa escritora mexicana Elena Poniatowska con motivo de la reciente publicación de “Leonora”, novela basada en la figura de la artista Leonora Carrington. No dudo del disfrute que nos va a deparar su lectura si tenemos en cuenta la calidad artística de ambas. La primera, a punto de cumplir 79 años y la segunda de 95 ,comparten amistad y ciudad (México) aunque ambas llegaron a ese país desde otros lugares. Un día de enhorabuena para los que amamos el arte y la buena literatura.




El día 26 de Mayo de 2011 nos llega la noticia desde México, lugar del que se consideró ciudadana, del fallecimiento a la edad de 94 años de la pintora y escultora considerada “la última surrealista”con vida. Se ha perdido una gran artista y una gran mujer defensora del feminismo. Hoy más que nunca, la obra de otra gran mexicana, la arriba mencionada Elena Poniatowska, es de obligada lectura para entender la vida de Leonora Carrington.

Creo que no hay mayor homenaje para la artista que el artículo que a continuación os dejo, escrito por Elena Poniatowska y editado por El País.





LEONORA CARRINGTON O LA REBELDÍA por ELENA PONIATOWSKA
EL PAIS, 28/05/2011

El jueves, al día siguiente de morir en México la gran pintora y escritora Leonora Carrington, su amiga la novelista y periodista Elena Poniatowska plasmó, en este texto para EL PAÍS, la vida y la obra de una intelectual inclasificable.


Mala mañana la de ese 26 de mayo en la que murió de neumonía Leonora Carrington en el Hospital Inglés, como lo llamamos en México porque lo fundó Lord Cowdray. Para México, para todos nosotros los mexicanos, la pérdida de Leonora es grande y dolorosa porque se lleva nuestras posibilidades de ir más allá de nosotros mismos y de entrar a Westmeath, Irlanda el país en el que los Sidhes te enseñan a tomar la vida como una aventura risueña y mágica. Los Sidhes son seres invisibles que acompañaron a Leonora mucho mejor que su Ángel de la Guarda y ahora mismo lloran sobre su tumba, también en el cementerio inglés.
En 1942, Leonora llegó a México y 10 años después comencé a entrevistarla aunque odiaba contestar preguntas y detestaba a los reporteros. A cada visita en su casa en la calle de Chihuahua, mientras tomábamos té, me daba alguna información y así, de año en año, fui recogiendo el material de la novela Leonora. Siempre la quise. En una ocasión, el año pasado, al bajar la gran escalera del Palacio de Minería en el que le habían hecho un homenaje, me regaló una sonrisa tan bella que iluminó varios días, o será que ahora soy más sensible a las sonrisas.
Leonora llegó a México casi en los mismos años que el gran exilio español que tanto ha honrado a México y tanto ha significado en nuestra vida cultural y social. Si el exilio español nos enriqueció como lo hizo, si Luis Buñuel y Remedios Varo fueron sus amigos, también el destierro de la fabulosa pintora inglesa ha sido para nosotros una aportación invaluable. Saberla viviendo en la misma ciudad en la que nos recogemos todas las noches era una bendición, una prueba de confianza, un honor, un privilegio.
Habría que recordar el amor de los españoles al Museo del Prado y cómo salvaron su tesoro a pesar de los bombardeos, lo envolvieron como a un niño y lo llevaron a Ginebra. Leonora era nuestro tesoro y todas las noches le deseábamos que durmiera con los angelitos. Al compartir Leonora su creatividad con los mexicanos, la pintora inglesa nos hizo más creativos y su desafío -el desafío de toda su vida- fue también nuestro. Si ella vivía entre nosotros, teníamos que estar a la altura, si ella nos había adoptado teníamos que rendirle el mismo homenaje que ellas nos rendía al habernos escogido.
Mucho de lo que cuento en la novela Leonora ya estaba escrito. Ella se describió en varios momentos de su vida. Sólo cambiaba su nombre y el de Max Ernst o el de Joe Bousquet. En México sus cuentos publicados son El séptimo caballo, La dama Oval, La trompetilla acústica, La casa del miedo, Memorias de abajo y críticos y especialistas en el surrealismo han analizado su obra extraordinaria y su vida fuera de serie. De Leonora quisiera destacar dos temas que poco se han tocado. Se conoce poco su actitud ante el nazismo y cómo desde los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, a partir del momento en que los nazis entraron en Francia el 24 de junio de 1940, denunció en las calles de Madrid a Hitler, a Franco y a Mussolini. Si la tacharon de loca era porque fue una clarividente y se dio cuenta del peligro antes que nadie.
Desde el instante en que dos gendarmes se llevaron por segunda vez a Max Ernst, el máximo pintor surrealista, a Les Milles, un campo de concentración en Francia, Leonora luchó contra la injusticia. La invasión de Polonia, la de Bélgica y de Francia la llenaron de rabia y en Madrid, ya desesperada, pidió una entrevista con Franco para decirle que no se aliara a Hitler y a Mussolini y repartió en la calle volantes pidiendo el cese al fuego. Antes que muchos se enfrentó a Hitler y al fascismo. Entonces la tildaron de loca, cuando en realidad se adelantaba a la inmensa locura que es la guerra. La encerraron en un manicomio en Santander. ¿Quiénes fueron normales? ¿Los que escondieron la cabeza como la avestruz o Leonora, la visionaria, que se alzó contra la guerra porque adivinó el peligro?
Otro tema conmovedor de su ya larga vida (el 6 de abril cumplió 94 años) fue su solidaridad con los judíos. El sufrimiento de Chiki, Emerico Imre Weisz, fotógrafo, su marido y el padre de sus dos hijos Gaby y Pablo, está ligado a la guerra civil de España. Chiki fue quien salvó la maleta de negativos de Robert Capa que hace más de un año apareció en México y que ahora es motivo de una película y un documental.
Leonora Carrington, que no era judía, se indignó más que ningún otro artista por el trato que se les daba a hombres y mujeres, a aquellos ancianos y niños que fueron llevados, encerrados en furgones sin luz ni aire, directos a un campo de exterminio. Desde entonces jamás dejó de mostrar su rechazo a una de las grandes taras de la humanidad, el holocausto.
Pretendí rendirle con Leonora un homenaje, un tributo amoroso. Leonora nunca sacrificó su ser verdadero a lo que la sociedad convencional esperaba de ella, nunca aceptó el molde en el que nos cuelan a todos, nunca dejó de ser ella, escogió vivir en un estado creativo que hoy nos exalta y nos llena de admiración, defendió su talento desde la madrugada hasta el anochecer, primero contra su padre y después contra una clase social que pretendía imponerle leyes estrictas, las mismas que han impedido el florecimiento y la creatividad de hombres y mujeres de talento que finalmente se rinden y regresan al conformismo. Leonora Carrington nunca cedió, jamás le importaron las apariencias, nunca guardó la fachada, vivió para pintar y para sus hijos -Gaby, filósofo y poeta, Pablo, pintor y médico con quienes tuvo una relación entrañable, la más cercana que pueda darse entre una madre y sus hijos-. El único fin de su vida fue defender su vocación de pintora y escribir textos que nadie más que ella podría escribir, como el relato de su encierro en el manicomio en Santander, que escribió primero en francés y tituló En bas, Down below, Memorias de abajo.
En torno a ella, en México, se hizo poco ruido porque escogió el recogimiento, el anonimato, el silencio, la vida lejos de los amplificadores de sonido y de imágenes ajenas a su aislamiento. Su casa era finalmente un retiro y su soledad era voluntaria.
¿Fue feliz Leonora? Quién sabe. ¿Somos felices nosotros? Ustedes dirán. Alguna vez, Leonora declaró que no tenía nombre para la felicidad pero si lo tuvo para la rebeldía y se levantó contra la iglesia, el estado, la familia. Su imaginación fue más allá de las leyes, de los cartabones, del qué dirán. Su único rito fue tomar el pincel o tomar la pluma o guisar. Alguna vez puso a hervir al arzobispo de Canterbury en mole verde.
Con su sentido del humor, destrozó cualquier imposición, hasta la de ser surrealista. Más que surrealista su mundo interior fue celta y su obra está muy cercana al mundo de su infancia, un mundo que nada tiene que ver con la lógica, un mundo inesperado de poesía que es el de los Sidhes, los little people que para nosotros, los mexicanos, son los chaneques que nos acompañan, jalan la comisura de nuestros labios para que sonriamos y nos desatan las agujetas de los zapatos.

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LEONORA CARRIGTON

NOTA: Para mejor visualizar la fotografía “picar” con el ratón encima de las que interesen.
Para la lectura de entradas anteriores, ir a la ventana de la derecha y “picar” en los años y meses. Se desplegarán los títulos correspondientes a cada fecha.


Fuentes consultadas:
Archivo propio
Arte latino-americano siglo XX Edward Lucie Smith
Arte latino-americano (Ed.Sullivan)
Creación artística y mujeres (Marián L.F.Cao)
Artículo editado por El País con fecha 28 de Mayo de 2011.

Fotografía
Archivo propio
Catálogo Fundación Mapfre para “Amazonas de un arte nuevo”
La propia red.

16 comentarios:

Anónimo dijo...
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María dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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Anónimo dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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Jean Yves Taranger dijo...

Yo en cambio prefiero a Leonora Carrigton aunque su estilo es muy parecido al de Varo su tematica es mas mistica y fantasiosa, y tiene una simbologia mas profunda aunque tal ves para entenderla ay que conocer mejor su vida ya que en su obra usa elementos de su pasado llenos de nostalgia y sufrimiento.

Mentxu de la Cuesta dijo...

En gustos, y más si hablamos de arte, no hay nada escrito. En muchas ocasiones he escrito aquí que una misma obra me mueve sentimientos diferentes según en que momento la observe. Pero si hablamos de toda la obra de estas dos grandes mujeres podríamos decir que de cada una hay mucho que admirar y yo casi diría que ambas se complementan. Una, como tu dices, más mística y desde luego con una gran carga del pasado. Pero es algo bastante normal que el sufrimiento, las alegrías, en una palabra los sentimientos, salgan a flor de piel cuando se trata de un buen artista. En cuanto a fantasía ahí no coincido contigo. Varo tenía también un mundo de fantasía enorme. De todas formas ambas son maravillosas y estoy deseosa de leer la biografía que ha realizado Elena Poniatowska sobre Leonora porque no hay duda que será fantástica. Gracias por dejar tu comentario en estos Encuentros. Saludos.

Anónimo dijo...

Descanse en paz esta gran mujer. La biografía de la que nos hablas llega en un momento clave. Terminaba de leerla cuando me entero de la noticia de la muerte de la pintora. El libro de Poniatowska nos hace viajar por todo el mundo de esta artista y me ha fascinado. Gracias Angélica.

Mentxu de la Cuesta dijo...

Somos muchas las que estábamos sumergidas en esta biografía cuando nos ha llegado la noticia de su muerte. No hay duda de que dos artistas se han dado la mano. Un saludo.

Anónimo dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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Anónimo dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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Anónimo dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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