domingo, 29 de marzo de 2009

EL ALMA DE LAS PINTURAS

Hubo una época en que se puso de moda criticar el arte figurativo. Más aún a los pintores hiper-realistas o realistas. Cuántas veces hemos oído a más de un “moderno”, casi con desprecio, hablar de un cuadro tachándolo de “fotografía”.


Curiosamente muchos de esos “entendidos” en arte se rendían ante obras de pintores como Edward Hopper. Igual no sabían que este pintor que en sus principios fue un gran ilustrador, se confesaba pintor realista y además en más de una ocasión muy sutilmente, habló no muy favorablemente sobre el arte abstracto.


Pero no voy a entrar en la discusión de si el arte abstracto es mejor o peor que el figurativo o al revés, simplemente voy a hablar del “alma” de las obras de arte.


Fue precisamente a través de Hopper cuando descubrí qué era lo que despertaba en mí esos sentimientos al estar delante de una pintura. Sin duda era el “alma” de la obra.

Muchos artistas pueden dominar la técnica con maestría, sobre todo si han tenido un buen profesor, pero no todos tienen capacidad para poner “alma” a la obra. Y cuando esto no se consigue de poco sirve dominar la técnica.


Volviendo sobre el gran pintor americano, al que muchos artistas han querido imitar y muy pocos lo han conseguido, os diré que delante de uno de sus cuadros más famoso “El faro” , fue cuando sentí qué era un lienzo con “alma”.


EL FARO (E. Hooper)

Este cuadro que se encuentra en el MET de N.York , representa un faro en una colina con un fondo casi nítido, una luz fría que sin embargo consigue algo muy difícil. Esa frialdad transmite vida. Porque “el faro” es un cuadro vivo. Cuando me encontré delante de él solo pude pensar una cosa. Se “sentía” el viento. Y si alguien es capaz de transmitir eso con los pinceles no se puede dudar que estamos ante un gran artista.

LEYENDA O REALIDAD?




¿SABEIS QUE ES EL SINDROME DE STENDHAL Y PORQUE SE LLAMA ASÍ?


Es una enfermedad psicosomática que provoca taquicardia, vértigo, confusión e incluso alucinaciones ante una obra de arte. Yo puedo decir que la sufrí al encontrarme por primera vez ante el David de Miguel Ángel (el auténtico no la réplica).



Dicen que la mayoría de los la sufren tienen entre 26 y 40 años. Son en su mayoría solteros. (yo lo era). Han preparado el viaje en solitario lejos de itinerarios marcados por agencias y grandes grupos (yo así lo había hecho) viven el esplendor de Florencia en solitario y para ellos el viaje supone una expectativa en sus vidas. Para mi lo fue. Decidí que volvería y así lo hice para poder completar mi formación en arte.


Y por que se llama así?


Tiene esta denominación por el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en su visita en 1817 a la Basílica de Santa Cruz (La Santa Croce) en Florencia, Italia, y que publicó en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio.

Parte de la Fachada de la Santa Cruz (Florencia)

Dicen que el novelista tratando de no perderse ni un detalle para su diario, pasó todo un día admirando iglesias, museos y galerías de arte y se conmovió a cada paso con el derroche magnífico de cúpulas, frescos, estatuas y fachadas. Pero de pronto, al entrar en la majestuosa iglesia de Santa Croce, se sintió aturdido, con palpitaciones, vértigo, angustia y una sensación de ahogo que lo obligó a salir para tomar aire. El médico que lo revisó le diagnosticó "sobredosis de belleza" y desde entonces ese síntoma se conoce como «"Síndrome de Stendhal".
El escritor había descubierto un mal que desvela a millones de viajeros de todo el mundo y de todos los tiempos cada vez que pisan Florencia: es tan bella que aturde los sentidos.



Basílica de Santa María dei Fiore (Florencia)


Para comprobar el "Síndrome de Stendhal" hay que entrar en la Santa Croce, magnífica iglesia franciscana que alberga sobrecogedoramente la vida y la muerte, las tumbas de florentinos célebres (Miguel Ángel y Galileo, entre otros) y la genial luminosidad y pureza de los colores de los frescos de Giotto y sus discípulos. Afuera, el sol crea figuras sobre el mármol de la fachada y el presente vuelve a la manera florentina, con los jóvenes estudiantes de Bellas Artes que despliegan sus obras sobre el suelo. Aunque ha habido muchos casos de gente que sufría vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en la Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX en adelante, no fue descrito como un síndrome hasta 1979, cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini observó y describió más de 100 casos similares entre turistas y visitantes en Florencia, la cuna del Renacimiento, y escribió acerca de él. El síndrome de Stendhal, más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico.


Frescos de Giotto en el interior de la Santa Cruz (Florencia)


(Fuentes consultadas: la propia red y archivo propio)

domingo, 8 de marzo de 2009

Artemisia Gentileschi


ARTEMISIA GENTILESCHI

Pintora "olvidada" del barroco.
Artemisia Gentileschi se saltó todos los límites, desde el punto de vista artístico y personal. Alcanzó la más absoluta independencia en todos los terrenos y fue la pintora más prodigiosa de la historia del arte, por lo menos hasta el siglo XX.
Hija del pintor Orazio Gentileschi que luchaba por hacerse un hueco en el ambiente artístico de la Roma barroca, ciudad llena de poder, lujo y de miserias éticas. Una ciudad que estallaba de vitalidad y talento artístico, pero que carecía de principios. Allí nació Artemisia en 1593.
Se habla de Artemisia como la primera mujer-pintora. Y probablemente lo fue. Y si no fue la primera, sería una de las primeras, una de tantas olvidadas, porque, curiosamente, los historiadores de arte han olvidado a las mujeres-artistas.
Ultimamente la figura de Artemisia ha sido llevada a la literatura, incluso al cine. Hay varias publicaciones sobre la apasionante vida de esta mujer. Digo apasionante para la que, como es mi caso, ama el arte y además es mujer. Creo que acercarse a su biografía proporciona mucho disfrute, porque nos transporta a la Italia de una época llena de arte, nos describe la vida del artista de la época, pero también nos muestra lo que podía ser la lucha de una artista-mujer.

Solamente tenía una duda, qué publicación elegir. Elegí la versión de Alexandra Lapierre por varias razones. Primero, porque quería una biografía novelada ya que resulta más liviana. Segundo, porque ya había leído una biografía escrita por esta autora, concretamente la vida de Fanny Stevenson –la mujer de R.L. Stevenson autor de la isla del tesoro– y me pareció una obra bien documentada, amena y fácil de leer. Y tercero, porque cuando se publicó Artemisia, su presentación en castellano estuvo a cargo de Angeles Caso que para mi era garantía de que no se publicaba cualquier cosa. Precisamente Angeles Caso tiene publicado un precioso libro de título "Las olvidadas", en el que nos trae la vida de varias artistas, tanto pintoras como escultoras, todas mujeres, que a lo largo de la historia han sido "olvidadas" y entre ellas aparece Artemisia Gentileschi. Así que, aunque estoy segura de que hay otras publicaciones también muy buenas, me decidí por ésta y no me arrepiento.
Es una biografía, como digo, novelada, lo que hace su lectura amena. Está muy bien documentada y describe la situación que le toco vivir a Artemisia de una manera que hace que los sentimientos de ella, de su padre y el momento histórico estén tratados de una manera tan real que nos hagan vibrar y nos introduzcan en esa Italia llena de arte, en la vida tan peculiar de los artistas de la época, y nos muestre el poder de la Iglesia que regía y gobernaba a su antojo. Yo he disfrutado con ella y pienso que cualquiera que ame el arte y le interese conocer la historia real, sin ausencia de las mujeres-artistas, puede encontrar en Artemisia un buen documento histórico. Mentxu de la Cuesta

Título: Artemisia, Una mujer a la conquista de la gloria y la libertad
Autora: Alexandra Lapierre. Editorial Planeta